En cuanto abrió los ojos, se encontró con las olas del mar.
Después se dio cuenta que veía los ojos de su papá y no el mar de Arusí. Escuchaba el río correr y el galope de un corazón que se mezclaba con la bulla del monte. Mientras él lavaba la lancha le advirtió que se mantuviera a un lado del río porque si se iba más allá se podía ahogar, ella no lo escuchó, es que a Venus Pandales la había parido la Serranía del Baudó y el brío del mar.
Ese día Ulfo Pandales tuvo que rescatar a tres pelaítos, entre ellos, a su niña.
Desde que murió su papá, a Venus se le metió el olvido por las entrañas, como las jaibas que se esconden entre el manglar. Venus recuerda que olvidó. Pero el dolor de perderlo en mar abierto nunca logró que Venus dejara de recordar las pecas de su papá, la fuerza de sus manos callosas por el oficio de pescar, sus ojos profundos, su forma de andar, el tono de su voz y los regalos que le traía del mar.
La pesca de línea mano es un método artesanal en donde suelen utilizar elementos como: boya, nailon, anzuelo, plumilla, plomo, y carnada para llamar la atención de los peces. Don Ulfo usaba como carnada; lombrices, anguila o pedazos de pescado pequeños, mientras pescaba en el inmenso mar más allá de Cabo Corrientes. Casi siempre salía a pescar sin compañía, pero no lo necesitaba porque en el mar conformaban una cuadrilla, era un encuentro de pescadores mar afuera. Cubierto de pies a cabeza, mezclado con el sopor y el zarandeo cotidiano de la puja y la lancha, la puja y la vela, la puja y la sal, la puja y el calor, la puja y el silencio. El mar siempre fue bondadoso y en su casa nunca faltó pescado sobre la mesa; pargo, bravo, albacora, y ojote, el favorito de Venus.
Una caricia de Ulfo es una caricia del mar: la resistencia, los nudos, la fuerza. Es la victoria de un anzuelo que no ceso y se convirtió en cómplice para ganar la pelea. Las victorias de Ulfo se contaban en la cantidad de pescado que llevaba en su lancha, pescados que Ulfo limpia y prepara, que vende y regala, y que Enoet –su mujer– cocina con hierbas de azotea, que Venus se lleva a la boca, mientras saborea, cierra los ojos y siente la caricia del mar, la caricia de su papá.
La pesca ha existido desde siempre en Arusí y en las playas del Golfo de Tribugá que se extienden hasta la Ensenada de Utría. El hombre hicotea, ese que es capaz de habitar el agua y la tierra, existe desde que nació el primer yaguarundí y desde que la primera yubarta rompió la marea para que la viéramos elevar sus 36 toneladas fecundas sobre el mar.
Colombia tiene más de 3.000 km de costa y zonas de pesca exclusivas en el Océano Pacífico y el Mar Caribe que cubren más de 800.000 km². El país tiene más de 700.000 microcuencas y más de 20 millones de hectáreas de ecosistemas acuáticos, y se estima que más de un millón y medio de personas en Colombia viven de la pesca, un oficio que juega un papel importante en la economía y la seguridad alimentaria de poblaciones rurales costeras en condiciones de vulnerabilidad, donde las oportunidades económicas son escasas.
Son las diez de la mañana, un niño se empina para ver el ojo vaciado que parece mirarlo como si lo entendiera. El supermercado huele a agua estancada.
-“No toques eso. Te va a quedar oliendo la mano a pescado.”
La mamá llama al carnicero. El niño pega la frente a la vitrina helada y lee despacio el letrero: “p-a-r-g-o-r-o-j-o”.
-¿De dónde viene el pargorojo?
- Rojo, pargo rojo, son dos palabras –pensó responderle, pero estaba ocupada con el carnicero.
Son las tres de la mañana y Ulfo Pandales sale en cuadrilla hacia el viento bonito. Lo despide Enoet con su lonche y mientras rema con un canalete que tiene el color del cielo, la noche le sopla al oído una canción de Niche:
“…Busca por dentro amor,
que hay una fuente inagotable de agua fresca,
una llama que no dejo nunca que se apague,
un corazón lleno de amor en mi equipaje…”
Son las seis y veintiséis, nace la aurora. El canalete reposa en la punta de la lancha para que las vibraciones no distraigan a los peces, el silencio se hace presente. Ulfo escucha paciente, sostiene el anzuelo, acaricia los nudos. El viento bonito todavía le canta:
“No sé lo que es ganar, pero lo intento,
tal vez no arriesgo mucho, pero me atrevo,
si no me determinan, desconozco,
si me toca perder lo reconozco.”
El día estuvo bueno, consiguió un bravo gigantesco y otro más pequeño. Prepara el pescado grande, deja la mitad para su casa, y le pide a Venus que reparta la otra mitad entre las casas de amigos y familiares.
Ese día, cuando Venus lo vio llegar mientras caminaba la risa, se dio cuenta que le traía un regalo: había encontrado un caballito de mar disecado. Los caballitos de mar, el pez aguja y el dragón marino son las únicas especies animales del mundo en las que el macho es quien se encarga de gestar, parir y criar a los hijos.
Venus pierde el curso del tiempo mirando los tesoros del mar que le trae su papá. Le gusta la conchita que parece de nácar, pero que no lo es porque es muy rara, y el arbolito que le trajo porque le pareció chiquito, como ella, y estaba en un morrito que no había visto nunca antes.
En los ojos de Venus se bañan las ballenas. Ulfo le enseñó que en la vida todo era posible. A los once años, él y Enoet la mandaron a estudiar a Cali porque en Arusí no había bachillerato. Luego llegó el olvido como una estocada: la última lancha de Ulfo se llamaba “Emmanuel”. Sentía a Dios cerca cuando llegó la tormenta y un rayo lo elevó hasta el cielo.
Años después, la hija del pescador se hizo psicóloga. Estando en la ciudad, escuchó de pronto la voz de un niño preguntar:
-¿De dónde viene el pargorojo?
Antes que la mamá del niño pudiera hablar, respondió Venus Pandales:
-De Ulfo y más de un millón de pescadores.
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Con esta entrega Educambio honra la sabiduría y los saberes que se gestan desde los territorios y agradecemos a los pescadores que hacen posible que la seguridad alimentaria sea una apuesta por la vida a nivel territorial y nacional. Gracias por construir país.
Revisión y edición por:
Sara Abadía, estudiante del Masster in Fine Arts in Creative Writing de NYU
María José Espinosa, becaria del MPhil in Comparative Literature de la Universidad de Cambridge.